Algunos de estos registros son : Alfred Kinsey del Institute for Sex Research de la Universidad de Indiana (EEUU) que cita tres casos; Masters y Johnsons del Reproductive Biology Fundation (Missouri, EEUU) citan doce casos en su libro Human Sexual Response; Shere Hite , en su Informe, dice haber recogido varios testimonios sin decir el número (con una cita textual de una mujer que aseguraba había sido el mayor orgasmo de su vida); en España, Serrano Vicens se encontró algún caso, y el propio Juan Merelo halló nueve casos en su investigación; en Francia el Dr.Schebat del Hospital Universitario de Paris, en el propio hospital, registró, en un total de 254 partos, 14 casos de partos orgásmicos.
Juan Merelo no cesó de insistir en que es más frecuente de lo que podamos pensar.
La cifra que nos da ahora Ina May Gaskin (32 de 151 partos) es más alta, posiblemente debido a que se trata de partos en condiciones más naturales.
Roce de la cabeza del bebé en la vagina o eufemismo del dolor, como se apunta en el artículo de El Mundo?
Llevo muchos años buscando explicaciones fisiológicas coherentes para entender el parto, y la verdad sea dicha, me ha costado bastante encontrarlas, pese a que dichas explicaciones existen, eso sí muy diseminadas y en obras de difícil acceso para las personas de a pie.
El mero funcionamiento básico neuromuscular del útero no lo encontré hasta que leí Revelation of childbirth de Read: unos músculos longitudinales y otros circulares que funcionan como un par sincronizado.
Los circulares son los que cierran (el cervix) y los longitudinales los que empujan para hacer descender el feto. Cuando esto sucede, el sistema nervioso simpático que inerva las fibras circulares tiene que desactivarse para que estas fibras aflojen la tensión y no ofrezcan resistencia al movimiento de las longitudinales, que están inervadas al parasimpático.
Este funcionamiento le hizo concluir a Read que el miedo, que mantiene activo el simpático, es el que produce el parto con dolor, porque mantiene las fibras circulares contraídas y apretadas ofreciendo resistencia al movimiento de las longitudinales; los tirones que entonces pegan las fibras longitudinales a las circulares producen el conocido dolor del calambre.
Efectivamente, la dificultad del parto en general no tiene que ver con las famosas caderas estrechas sino con la distensión de los músculos del útero, y el dolor de las contracciones del parto son calambres.
Read comparaba el funcionamiento del útero con la vejiga urinaria, que tiene un funcionamiento aparentemente similar : las fibras circulares cierran para retener la orina, y se aflojan para permitir que el movimiento de las fibras longitudinales expulsen la orina de la vejiga.
En la comparación que hace Read entre la vejiga urinaria y el útero creo que está la clave de la parte importante que le faltó para entender el funcionamiento del útero, porque los músculos del útero a diferencia de los de la vejiga urinaria, tienen receptores de oxitocina, y esto indica la existencia de un dispositivo específico para activar el reflejo muscular; un dispositivo que forma parte del sistema sexual.
Comparando el funcionamiento del útero con el de los otros órganos en los que interviene el sistema sexual, podremos entender globalmente el funcionamiento del útero.
Como explica Martín Calama la presión que ejerce el bebé al succionar el pezón no sería suficiente para extraer la leche, y es necesario un dispositivo interno en la madre para el bombeo y eyección de la leche; un movimiento reflejo de las fibras mioepiteliales que recubren los alveolos de los pezones.
Este dispositivo se activa al encajarse las moléculas de oxitocina, que llegan por el torrente sanguíneo, en receptores que se encuentran en dichas fibras mioepiteliales.
Es decir, que el dispositivo que activa el reflejo de eyección de la leche pertenece a un proceso sexual, porque la oxitocina se segrega con la pulsión sexual; de ahí la relación entre el deseo materno y el éxito de la lactancia como ya señaló en su día Niles Newton.
En su explicación sobre la fisiología de la lactancia, Matin Calama explica que los receptores de oxitocina en las mujeres, se encuentran además de en las mamas, en las fibras mioepiteliales de la vagina y del útero, y que a lo largo del embarazo aumentan incrementando la sensibilidad a la oxitocina que se segregará durante la lactancia.
Esto nos aproxima a entender el continuum de la maternidad, como una continuidad de procesos del sistema sexual de la mujer.
El tipo de mecanismo que activa la eyección del flujo que lubrifica la vagina para el coito, o el que bombea el liquido seminal desde la vesícula seminal y produce el reflejo de eyección del semen, es el mismo que el del reflejo de eyección de la leche; y también el del reflejo de los músculos uterinos para el proceso del parto.
Por eso se dice que el amor nos licua; por eso la humedad ha sido símbolo de la sexualidad y la sequedad de la castidad, de la penitencia y de los retiros espirituales en los desiertos (ver diccionarios de simbologías, Ortiz Osés.
El agua, la vida y la sexualidad de Michel Odent, Mircea Eliade, etc.); por eso el propio deseo, la misma pulsión inicial que segrega la oxitocina, nos licua antes de proceder al acto sexual.
Esther Pérez en su ponencia en las Jornadas Feministas de junio 2.006, sobre su experiencia de relactación con una niña adoptada, explicaba que al ver salir las primeras gotas de leche de sus pechos pensó que era el amor que se licuaba en gotas blancas.
Obviamente, el sistema sexual está implicado en muchísimas más funciones que la de activar los reflejos musculares de los órganos sexuales que aquí menciono, y la misma función de la oxitocina es un fenómeno muy complejo del que aquí se abstrae solo un aspecto para entender el parto.
Tan sólo el seguimiento y la interacción de las demás hormonas sexuales conocidas nos da una idea de dicha complejidad.
Creo que esto es obvio, pero es preciso decirlo, pues tan legítimo es el afán de conocimiento como necesaria la humildad ante la diversidad y la complejidad de la vida orgánica de la que tan sólo podemos aprehender una parte; pues creo que la inteligencia humana, al menos hasta el momento, no ha sido capaz de expresar semántica y conceptualmente lo más básico del funcionamiento de la vida, aunque ha dado pasos importantes en esta dirección.
Volviendo al parto después de esta pequeña digresión : el sistema sexual que activa el reflejo muscular en diferentes partes del cuerpo es el mismo, pero los músculos del útero no se parecen en nada a las finas capas mioepiteliales de los pechos o de la vagina : los del útero son anatómicamente los músculos más potentes y fuertes del cuerpo humano.
A la vista del impresionante trabajo que tienen que hacer para que salga el feto por ese famoso canal de nacimiento estrechado por el bipedismo de nuestra especie.
Se ha dicho que el problema que este estrechamiento planteaba para el nacimiento se resolvió con el nacimiento prematuro.
Pero no es del todo exacto. Si el nacimiento prematuro por sí solo hubiera resuelto la cuestión, sin duda habría más mamíferos en posición erecta.
La especie humana no es la única que nace prematuramente y la neotenia no es un fenómeno específico humano.
La resolución de la contradicción supuso, además del nacimiento prematuro, un desarrollo de la sexualidad sin precedentes en la cadena evolutiva, es decir, un desarrollo que sí es único y específico de los humanos, para promover el fantástico movimiento de los músculos del útero: el orgasmo femenino; porque el placer se produce con el movimiento pulsátil (vibración, temblor, latido) de los tejidos musculares, movimiento cuya expansión percibimos con la sensación de placer.
La envergadura de las fibras musculares del útero nos da la medida de la fuerza expansiva de las mal llamadas contracciones del útero, (y digo mal llamadas porque en realidad es un movimiento de contracción-distensión, sístole y diástole, fibras que se encogen y luego se distienden, se vuelven a encoger y se vuelven a distender… ).
Quiero decir, que la fuerza expansiva de este latido del útero es mucho más importante que la que pueden producir las fibras musculares de las mamas o de la vagina.
Entonces, la relación entre el pecho, el útero y la vagina se debe a que la oxitocina viaja por el torrente sanguíneo y alcanza sus receptores allí donde están, a saber, en las llamadas zonas erógenas del cuerpo, y cuando se desencadena un movimiento más o menos simultáneamente en dichas zonas, tenemos la sensación de una conexión entre ellas (los meridianos de placer dibujados por el arte neolítico).
Ambroise Paré (1.575) atribuía la relación entre las mamas y la matriz, a conexiones del sistema nervioso, pero ‘la conexión’ no la realiza el sistema nervioso (por impulsos nerviosos), sino el sistema sexual, mediante la oxitocina está en el torrente sanguíneo y se engancha allí donde encuentra receptores adecuados.
Esto explica que la excitación sexual de las mamas se extienda al útero, y que el proceso de expansión del placer puede empezar por donde sea pero si se mantiene y acaba en orgasmo, implica siempre al útero, el órgano de mayor masa muscular y que tiene o debería tener la mayor cantidad de receptores de oxitocina (según claro está el estado del útero; una ginecóloga me contaba que los úteros que operaban estaban a menudo en un estado atrófico impresionante).
Por otra parte, la sexología ha explicado que efectivamente el útero es el centro erógeno básico de la mujer.
Maryse Choisy tras un seguimiento concreto durante 10 años de la sexualidad de 195 mujeres definió muy claramente el papel del útero en el orgasmo femenino.
Aunque no sintamos el útero sino sólo el placer que expande, podemos imaginar la fuerza expansiva de esos supermúsculos… y saber a ciencia cierta que la intensidad del orgasmo es correlativa a la intensidad de los latidos del útero, como se ha comprobado por medio de electrouterograma.
El matrimonio Masters y Johnson efectivamente comprobó que en todos los orgasmos se producen ‘contracciones’ del útero, sea cual sea el origen del proceso orgásmico, y además registraron el latido del útero durante el orgasmo con electrodos intrauterinos (orgasmos simples, múltiples, relajación final…), registrando simultáneamente, con electrocardiograma, el sobre-esfuerzo del corazón correlativo al esfuerzo de los músculos uterinos.
Hay que decir que en el útero hay un tercer tipo de fibras musculares que constituyen una capa interna en la pared de la bolsa uterina.
Son músculos que rodean los vasos sanguíneos haciendo ochos y espirales, y su función es estimular y activar el riego sanguíneo para aportar el oxígeno necesario para el intenso trabajo que realiza el útero, y para retirar las sustancias de desecho
Poco a poco vamos entendiendo las claves del gran potencial y de la gran capacidad orgástica femenina.
La desconexión interna corporal de las mujeres ha permitido la ocultación del papel del útero en la sexualidad; así por ejemplo, el ‘yoni’ de los tratados de sexualidad tántrica, literalmente quiere decir ‘útero’, y sin embargo se ha traducido por vagina, porque en nuestro paradigma de sexualidad el útero no existe.
Pero digan lo que digan los manuales de sexualidad, lo sintamos o no, el útero es el órgano de expansión del placer por antonomasia.
El funcionamiento y la envergadura muscular del útero, como digo, explican la famosa capacidad orgástica femenina puesta de manifiesto por Serrano Vicens, quien comprobó que dicha capacidad no es ni mito ni enfermedad, y que la ninfomanía es un epíteto calumnioso y misógino para tratar de hacer anormal y patológico lo que es normal y natural.
Así pues, el parto orgásmico no lo produce el roce de la cabeza del feto en la vagina, y todavía menos es ‘un eufemismo del dolor’.
El parto orgásmico se produce porque el propio movimiento del útero es en sí mismo productor de placer, siempre que los músculos funcionen acompasadamente, según el proceso sexual normal; que es lo que sucede cuando el parto se produce de forma natural y se activa según la forma establecida filogenéticamente, por el sistema sexual de la mujer.
Leboyer sin necesidad de electrodos intrauterinos también describió los dos tipos de contracciones, las generadoras de placer y las generadoras de calambres y de intolerables sufrimientos.
En la ‘contracción’ normal del parto, dice Leboyer, el útero se encoge muy lentamente en un movimiento que empieza arriba y va bajando poco a poco, al llegar abajo hace una pausa y luego empieza lentamente a distenderse de abajo hacia arriba, y al llegar arriba vuelve a hacer otra pausa; dice Leboyer que se asemeja a la respiración de un niño cuando duerme plácidamente y vemos cómo su pecho sube y baja lentamente con cada respiración.
También describe las otras contracciones que conocemos tan bien: el útero en lugar del movimiento lento que empieza arriba y va bajando lentamente, se contrae entero en bloque, todo a la vez.
Es un movimiento brusco que se suelta también bruscamente.
Es decir, es un movimiento espasmódico en lugar de un latido lento y pausado.
El tipo de movimiento que realizan los haces musculares del útero en el parto es el mismo que el que realizan durante el orgasmo: es decir, son o debieran ser el mismo tipo de ‘contracciones’; no del todo iguales porque las ‘contracciones’ del parto tienen que llegar a la total apertura de la boca del útero, un proceso que debe hacerse despacio y suavemente, para que ni la madre ni la criatura sufran, y que por eso, en condiciones normales dura entre 1 y 5 horas (mientras que un útero espástico puede tardar 24 ó 40 horas).
En cambio, el orgasmo fuera del parto no tiene otra misión que la descarga de la líbido para la regulación corporal, y concretamente para la preparación del útero para el día que tenga que abrirse (lo mismo que los óvulos anidan periódicamente para cuando el nido efectivamente haga falta); este orgasmo fuera del parto, que no tiene que abrir la boca del útero, dura sólo segundos; pero son contracciones del mismo tipo que las del parto en cuanto al latido acompasado y sincronizado de los haces musculares longitudinales y circulares, y también en cuanto al incremento de la pulsación cardiovascular para acompañar el esfuerzo muscular.
(Hay otras similitudes histológicas, etc., que recoge Niles Newton en un cuadro comparativo en Maternal Emotions).
Una prueba de la similitud entre ambos tipos de ‘contracciones’ (la del orgasmo y la del parto), la tenemos a la vista en el electrouterograma del orgasmo realizado por Masters y Johnson.
También Leboyer asegura que en su documental Autour de la naissance, estas contracciones placenteras y verdaderamente adecuadas se pueden reconocer en el exterior, en el mismo movimiento del vientre que las acompaña (como el del ejemplo del movimiento que produce la respiración del niño mientras duerme plácidamene), así como por el rostro de la mujer que camina hacia el éxtasis.
Esto explica también otros testimonios : los que refieren la existencia de pueblos enteros que desconocen el dolor en el parto (Montaigne).
También el tono imperativo del ‘parirás con dolor’ que indica que en ese momento no era así pero que sabían cómo conseguirlo.
Y esta es la otra pregunta importante: ¿cómo es posible que de forma tan generalizada el parto se produzca con dolor?
Es de suponer que no será uno sino muchos (entre ellos, el stress y el miedo que señala Read) los aspectos de la distorsión del proceso normal del parto.
En cualquier caso, el útero espástico está causado de forma inequívoca por la represión sexual de la mujer desde la infancia; y esto es coherente con estudios realizados sobre la densidad de los receptores de oxitocina.
Odent, en la Cientificación del amor recoge un estudio realizado en Suecia y otros, que ha mostrado que esta densidad es variable y a veces escasa (las muestras de tejido uterino de mujeres a las que se les había practicado cesárea tenían una escasa proporción de receptores de oxitocina).
Lógicamente, si las mujeres no desarrollan una suficiente cantidad de receptores de oxitocina y el útero carece de sensibilidad suficiente a la oxitocina, difícilmente podrán parir.
La variabilidad de la densidad de los receptores de oxitocina nos remite también a la vida sexual de la mujer antes del parto: en qué medida ha desarrollado o no ha desarrollado sus pulsiones sexuales, en qué medida ha desarrollado o no lo ha hecho los receptores de oxitocina.
Y aquí es donde cobran sentido las pulsiones sexuales de la infancia, que claro está no se producen por nada, y mucho menos porque el demonio habite los pequeños cuerpos humanos, sino porque tienen una función fisiológica.
El desarrollo corporal humano establecido filogenéticamente, incluye las pulsiones sexuales infantiles para promover la madurez de sus órganos, y en concreto, promover el movimiento de los músculos uterinos en las niñas. Por eso nos encontramos con juegos, corros y bailes sexuales infantiles y compartidos con mayores, en las culturas de sexualidad espontánea.
Estos juegos y bailes estimulaban y promovían la expansión de las pulsiones que mantenían los úteros de las niñas activos; es decir, no sólo no se prohibían las manifestaciones de la sexualidad infantil, sino que se propiciaban y se amparaban culturalmente.
En nuestra civilización siempre había habido algún margen de expansión sexual clandestina, las brujas con sus escobas (que no eran para volar por los aires) etc.; pero ahora l@s niñ@s están más vigilados que nunca y más programadas y más aislad@s, y cada vez tienen menos posibilidades de desarrollar sus pulsiones.
En la Grecia clásica la sexualidad entre adult@s y niñ@s estaba normalizada, mientras que ahora ni se contempla la posibilidad de que dicha sexualidad surja espontáneamente y con la complacencia y el consentimiento del niñ@, sino que automáticamente se califica de abuso de poder adulto y como agresión sexual, dando por sentado que el niño o la niña no puede tener impulsos, deseos o apetencias sexuales.
Hasta el punto de que los medios de información (también llamados de 'formación' de masas) identifican 'pedofilia' con violación'.
Creo que hoy, aparte de la medicalización de la maternidad y de las tres generaciones de partos hospitalarios que, como dicen Wagner, Bergman y otr@s, tanto daño han hecho y siguen haciendo, tenemos también un mayor deterioro de la sexualidad femenina, gracias al marketing sociológico del falocentrismo, a la fuerza impactante de los medios audiovisuales y a las estrategias psicológicas de dicho marketing.
Con esto quiero decir, que si Serrano Vicens emprendiera ahora su investigación no creo que encontrase los mismos resultados que encontró en los años 50 del siglo pasado (un 2,5 % de las 1.417 mujeres estudiadas tenían habitualmente 30 ó más orgasmos consecutivos).
El parto orgásmico y la recuperación de la maternidad implican recuperar una sexualidad femenina perdida.
Aunque ahora las mujeres crean tener más libertad sexual que antes, en realidad tienen más libertad formal pero más represión y más violencia interiorizada (los úteros espásticos y atróficos, los dolores de parto y de regla, así como los cánceres de útero y mama serían la punta del iceberg de esta violencia).
Dicha recuperación supondría un cambio de paradigma de sexualidad femenina, recuperar la noción y el conocimiento antiguo que antes se tenía de la misma.
Hoy por hoy existe una desinformación y un desconocimiento generalizado de la sexualidad de la mujer, como lo demuestra este artículo sobre el parto orgásmico.
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